Desde niño poseía la habilidad de "retocar" sus sueños. Así lo llamaba él. Profundamente dormido, una vez iniciado el sueño, "asumía" el control. Si el sueño caminaba hacia desagradables derroteros, él reescribía el guión, y cambiaba el final de la historia. Entonces, sus ojos seguían cerrados, su mente dormida, pero una profunda sonrisa se dibujaba en su rostro y, satisfecho, se sumergía en un profundo y relajado sopor.
Pero, esa noche, se desperto entre sudores fríos, y presa de una gran inquietud. Pálido, muy pálido, se irguió lentamente, vacilante, abrió la ventana, y aspiró ansiosamente el frío aire de la noche, en un vano intento por despertarse por completo, y olvidar, lo antes posible, su sueño de esa noche. porque esta vez, su innata habilidad no le había servido. En su sueño, todos los personajes habían enmudecido, y ninguno de sus desesperados intentos por devolverles el habla había funcionado.