La noche se cierra sobre sí misma, y penetra en el local a través de la puerta entreabierta. Ella se apoya en la barra, a la eterna luz agonizante de una vela. Y sobre la barra escribe su historia con las huellas dactilares de mil copas. Circunferencias cruzadas, vidas entremezcladas en un reiterado devenir.
Sus ojos conservan su brillo, pese a la neblina del alcohol. Y su mirada se posa en la vela. Y la luz, reflejada en sus ojos, parece aumentar su intensidad.
Y la noche se cierra sobre sí misma...
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