martes, 28 de octubre de 2008

Abrígate

Hace frío, y me he pasado por casa a coger mi abrigo, el grueso. Me encanta la sensación del frío en la cara, acurrucadito en el abrigo y con una bufandita. Pasear, con las manos en los bolsillos, bien calentitas.

De pequeño me gustaba cuando me llegaba la época del frío. Tocaba comprar abrigo nuevo; y es que uno crecía a estirones, y de un año para otro la ropa me quedaba pequeña. Yo era el mayor, y no heredaba ropa. Y cada año, mi abrigo. Era la única prenda de ropa que no me agobiaba escoger. Recuerdo en particular uno que me hacía sentir como un aventurero. LLevaba unas etiquetas de "Station Polar Zebra", como en aquella película de Rock Hudson en un submarino.

También era la época de las castañas. Mi "barrio" se llamaba el Souto Grande (un souto, en gallego, es un bosque de castaños). Y tenía bien merecido el nombre. Mil y un castaños, que dejaban la carretera que pasaba delante de mi casa sembrada de erizos. Me encantaba recogerlos, aun pinchándome una y otra vez los dedos de las manos, y conseguir las castañas que después le llevaba a mi abuela para que nos las cociese. Y recuerdo el olor de las ramitas de fiuncho (hinojo) con las que las preparaba. Luego le seguía el ritual de pelarlas, trocearlas y llenar con los trozos de castaña enormes tazas de leche caliente. ¡Qué rico!

Acabo de pasar por delante de la playa de Riazor, y por la ensenada del Orzán. El mar es hoy de ese color azul intenso de los días de tormenta. Y el mar golpea con fuerza las rocas, la playa, haciendo una espuma blanca, blanquísima.

¿Ya os he dicho que me encanta pasear y sentir el frio en la cara?

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